lunes, 21 de septiembre de 2009

Análisis de la crisis estructural del mundo griego en la dinámica histórica del siglo IV a.C.

I. Introducción. El presente ensayo nos permite hilvanar algunas ideas referentes a una de las etapas más importantes en la historia de Occidente. No cabe duda que la civilización moderna debe a la cultura griega un cúmulo de aportes que abarcan los espacios teóricos y prácticos de las artes, la filosofía, la política, la moral y las ciencias. Por ello es que Karl Jaspers categorizó a Grecia como un elemento neurálgico en su esquema de ‘tiempo eje’, en donde la dinámica histórica de esta cultura permitió la consolidación de un sistema no sólo científico y cultural, sino también ético y político. En la concepción jasperiana resulta interesante el acercamiento al discurso filosófico de Hegel, sobre todo en lo referente a la sistematización del Estado a partir de las construcciones ético-colectivas del accionar político de la ciudadanía. Desde esta perspectiva Grecia simbolizaría una suerte de razón absoluta de los paradigmas políticos de la cultura occidental. Ahora, el proceso de aculturación discursiva tuvo una dinámica sustentada en la expansión de la actividad comercial. Empero, el mundo griego fue también un conglomerado de naciones con marcadas diferencias políticas. A pesar de ser una nación con ciertas similitudes étnicas, lo político le otorga un grado mayor a las diferencias sociales de cada polis. Es así que, Grecia no estaría exenta de todo un conjunto de procesos críticos como parte del desarrollo esclavista mundial. Por ello, en las siguientes líneas realizaremos un análisis pormenorizado acerca de los efectos que produjeron las guerras del Peloponeso en las estructuras económicas, políticas, sociales, tecnológico-militares y culturales de la Grecia del siglo IV. II. Análisis del proceso histórico. Como señala Vidal-Naquet la guerra del Peloponeso significó un giro decisivo en la historia de Grecia. Tuvo amplias repercusiones no sólo en la esfera de lo político, sino también en la metástasis de los nudos gordianos de la creciente pobreza popular y en el estado de guerra permanente entre las naciones. Las guerras de Peloponeso evidenciaron una pugna por el control del mundo griego entre el Estado militarista de Esparta y el establishment ateniense. Esta búsqueda por el control de los resortes del poder lleva inmersa una problemática mayor referida a la carencia de una praxis imperialista y expansiva en la política espartana, diferente a la visión globalizadora y comercial de Atenas. Esto nos lleva a pensar que los procesos de quiebre histórico fueron mucho más rápidos y violentos en la medida que desencadenaron una andanada de alzamientos populares, conflictos bélicos y asonadas oligárquicas por todo el orbe griego. El Estado espartano se consagró como imperio, sin embargo no logró consolidar un apparatchik lo suficientemente sólido para posicionarse en el tiempo. Esto se debió a que la nación de Licurgo no ostentaba un discurso imperialista, ni mucho menos era un sistema militarista con objetivos expansionistas. Durante la primacía ateniense la Liga de Delos fue una institución importante para garantizar la pax helena, y sobre todo para neutralizar los desequilibrios sociales y el accionar político de Esparta. Con el triunfo bélico de la nación doria se materializó el colapso de la hegemonía ateniense sustentada en la racionalidad institucional. La inoperancia del singular y efímero imperio espartano desencadenó un estado de guerra permanente en la mayoría de regiones del mundo griego. ¡Aut vincere, aut mori! (¡O vencer, o morir!) Era el santo y seña en tiempos del paroxismo bélico post guerra del Peloponeso. Ni siquiera la jefatura del Estado tebano garantizó la paz de antaño, necesaria para viabilizar las actividades productivas y mercantiles. Por otro lado, la dinámica de la guerra permanente provocó una especialización en el ejercicio de la misma y en el desarrollo de nuevas técnicas militares. La praxis castrense dejó de ser el privilegio de una casta para pasar a convertirse en el accionar de un grupo especializado. Los strategoi, o estrategas de guerra, se posicionan como los planificadores de avanzada en las diferentes campañas militares. Así mismo, se le otorga un peso específico a la división de caballería, a la marina de combate, a las técnicas de asedio y a la infantería ligera, otrora baluarte de la aristocracia terrateniente, sobre todo en las dehesas espartanas del ejército hoplita. La nueva caracterología de la infantería adquiría un pergeño más popular, en donde las fuerzas vivas de la vanguardia la componían los peldastas. Ahora, el estado de guerra permanente también devino en el crecimiento del mercenariado como secuela del empobrecimiento de las masas populares. La crisis agrícola obligó a muchos campesinos pobres a migrar en búsqueda de mejoras a su situación económica. La demanda de soldados para engrosar las filas de la milicia permitió el sostenimiento del mercenariado. Los ricos y aristócratas invertían en la compra de mercenarios con el objetivo de salvaguardar sus intereses. En algunas regiones los mercenarios adquirieron una fuerza capaz de colocar a tiro de piedra el orden jurídico-político de las ciudades. Los líderes de estos grupos irregulares azuzaban a sus huestes a cometer actos de rapiña, sobre todo en tiempos en que precisaban de sus servicios en la milicia nacional. Este problema obligó a la intelligentzia griega a parar mientes en la búsqueda de soluciones. Isócrates propuso el otorgamiento de tierras a los mercenarios, en las afueras de la ciudad. De otro lado, Platón y Aristóteles remarcaban la necesidad de consolidar la figura y el rol del ciudadano como soldado con el objetivo de darle un sentido teleológico a la praxis de la milicia desde la perspectiva del Estado. Empero, el mercenariado no logró neutralizar la violenta agitación de los movimientos sociales en todo el orbe. Esto se debió principalmente a las estructuras opresivas, excluyentes e inequitativas del sistema esclavista. La dinámica de estos procesos originó la stasis, es decir una ruptura del equilibrio político-social en el mundo griego. En diferentes ciudades se desencadenan alzamientos populares, revoluciones, y como reacción contra ellos, desde el poder aristocrático se ejecutan razzias, masacres e instauración de gobiernos tiránicos. Es evidente que la crisis no sólo agitaba el campo, sino también la ciudad. En este centro neurálgico del comercio la pobreza era mayúscula debido a la concentración de la riqueza en pocas manos. Como correlato de esta inequidad los bolsones de pobreza son gigantescos. Es así que la mayoría de thetes, población empobrecida, vivía del subsidio del Estado o de su actividad como mercenarios en la milicia. La ciudad entraba en un camino sin retorno hacia su colapso. Con el quiebre de las ciudades se yergue en el nuevo escenario mundial el discurso jurídico-político de la monarquía. Desde Macedonia la propuesta monárquica logrará consolidarse tras el triunfo militar de Filipo II. El hegemon culminará por la fuerza con el estadio de la stasis. De este modo, el imperialismo macedónico no buscará la sumisión, sino la unión forzosa de todas las naciones griegas. Finalmente, debemos destacar que los procesos acaecidos en el siglo IV tuvieron efectos muy marcados en las diferentes regiones y ciudades del mundo heleno. Por ello, en Atenas se originó todo un cúmulo de ideas tendientes al pacifismo ante el estadio de guerra permanente. Así mismo, el brutal recrudecimiento de la pobreza vinculó mucho más al sector intelectual con las preocupaciones sociales. En el campo del ejercicio político logró cuajar la profesionalización de la teoría y la praxis política. Pero, estos esfuerzos teoréticos no pudieron evitar el desplazamiento del homo politicus, y la emergencia del homo oeconomicus, in extremis símbolo de la crematística. Sobre todo, teniendo en cuenta el desarrollo de las finanzas, del derecho comercial, de la banca, de la actividad mobiliaria, y del crédito. Todo al compás de la explotación esclavista y en tándem con las políticas represivas y concentración de la riqueza en manos de la aristocracia.