jueves, 3 de febrero de 2011
Dictadura faraónica de Mubarak al borde del abismo.
Lima-Perú.
adelantecronopio@hotmail.com
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Tras la ola democrática que prendió como un potente haz de luz sobre Túnez, seguidamente comenzó en Egipto una de las mayores protestas en contra del autoritarismo que se cierne por diferentes países del Magreb. Las primeras movilizaciones tenían como objetivo rechazar las políticas gubernamentales en materia económica que golpeaban la canasta familiar. El desempleo también fue uno de los motivantes de la agitación popular. Empero, el motor de esta dinámica social tiene como correlato el endurecimiento del partido gubernamental de Egipto. Los cuadros políticos de la dictadura y la burocracia dependiente de los designios del caudillo obligan a un aislamiento de las organizaciones sociales de base, así como el ninguneo de los partidos políticos y los movimientos religiosos y civiles.
Con ello, la esfera de acción del establishment autoritario se endurece. Esto permite también que la funcionalidad del aparato estatal se sostenga en los mecanismos de la corrupción monopartidista, dejando de lado a las fuerzas vivas de la sociedad, que en su mayoría forman parte de una clase media con aspiraciones democráticas.
Ahora, arrinconado por la poderosa movilización popular Mubarak sólo decidió convocar a elecciones para septiembre, sin su presencia como candidato. Sin embargo, su régimen continuará teniendo una intensa labor policiaca en búsqueda de los principales líderes de la protesta. Para Mubarak ha sido un buen negocio. Hasta el mes de septiembre ostenta todavía un luengo tiempo con miras de fortalecer algunos de los resortes de su poder. Preparar una transición sin arrebatos de comisiones investigadoras que pongan en tela de juicio su dictadura perfecta de casi treinta años será uno de sus principales objetivos. Nada causa más ira en un sátrapa que la denuncia pública y el sometimiento a los fueros de la justicia. Cuidarse las espaldas será lo primero que hará el hombre fuerte de Washington en el Magreb. Como sabemos EEUU ha mostrado su preocupación respecto de los últimos acontecimientos. Pero, nada es gratuito, ya que el gobierno de Mubarak constituye para los norteamericanos, e incluso para los judíos, uno de sus principales aliados en el tablero geopolítico del Medio Oriente.
Las declaraciones del vicepresidente Omar Suleiman de actuar con mano dura ante la situación de enfrentamiento entre los partidarios de Mubarak y los amplios sectores de la oposición, reflejan no sólo desesperación sino también la existencia de un temor insalvable por parte del apparatchik, la idea de que el fin se acerca cada vez más. El endurecimiento del régimen es además un guiño para el ejército egipcio y para la Casa Blanca, con miras de no perjudicar aún más sus ya deterioradas relaciones.
De otro lado, la prueba de fuego para la protesta popular será el día viernes 4 de febrero cuando se produzca una movilización dirigida desde la plaza Tahrir hacia el palacio presidencial. Se medirán las fuerzas de un amplio sector de la población con las de un sector pro gubernamental sediento del clientelismo partidista.
Para la movilización social anti dictatorial urge un cambio radical en la política del gobierno. Y, como primer paso para la materialización de este objetivo será necesario que el dictador Hosni Mubarak renuncie ipso facto.
Qué duda cabe, una ola democrática sacude hoy el Magreb y sus consecuencias a futuro dinamizaran los primeros escenarios y discursos tendientes al fortalecimiento prospectivo de la sistematicidad política de derecho en toda el África.
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