Lima-Perú.
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25 de mayo de 2012.
Cuando leí por primera vez a Maquiavelo pensé quizás epidérmicamente que sus ideas eran tan sólo el reflejo de un contexto histórico difícil vinculado sobre todo al accionar de una poliarquía de gobiernos que se asentaban sobre la península itálica, en el escenario de fines del siglo XV y XVI. Este análisis se enmarcaba en lo político. Empero, desde la perspectiva de Maquiavelo también se puede colegir respecto del comportamiento del individuo político en sociedad que todo comienza y termina con el uso de la mentira como norma de acción estratégica. Maquiavelo revela y recomienda la utilidad pragmática de la mentira como mecanismo para viabilizar el control político de la sociedad. Estas ideas nos muestran a un Maquiavelo urgido de soluciones para la crisis política que vivía su nación. Sin embargo, nunca antes el remedio fue más grave que la enfermedad. La política sin las sinergias necesarias con los elementos que le otorga la eticidad, es sin duda una práctica humana vacía y valetudinaria, tendiente a corromperse. A pesar de ello, verbigracia en nuestro país parecieran ser acólitos resueltos de las propuestas de Maquiavelo. La clase política peruana encodifica y decodifica discursos embadurnados de mentiras con cierta dosis de perversa jerarquización, donde una mentira es diferente a una pequeña mentira y ésta diametralmente opuesta a una gran mentira. Los últimos casos de nuestra partidocracia así lo confirman. El actual ministro del Interior del Perú Wilver Calle ante las evidencias de un hecho público y notorio donde se le ve a través de un vídeo firmando el Acta de Sujeción que avalaba la dictadura fujimontesinista, respondió primero con una mentira. Dijo el Ministro que lo que había firmado era tan sólo una “lista de asistencia” y que en ningún momento había firmado acta alguna. Una mentira al puro estilo del manual de Maquiavelo: Si deseas conservar tu puesto utiliza todos los medios posibles para quebrar la verdad y glorifica sin tapujos la mentira. Nada más repudiable, sin duda alguna. Han pasado casi dos semanas desde que fue nombrado el señor Wilver Calle y recién el día de ayer se conoció la noticia de su “arrepentimiento”. Es decir, sólo ante la situación agobiante, al flamante ministro no le quedó otra que reconocer la verdad. Sí firmó entonces el Acta de Sujeción durante la época más oscura del accionar mafioso de fujimori y montesinos. En suma, el ministro del interior con sus primeras declaraciones llenas de mentiras quedó como un embustero más de la política peruana. Y, respecto de su supuesto “arrepentimiento” siempre nos quedará la duda, si fue ciertamente sincero o más bien fue parte de una nueva teatralización de la verdad o la mentira. Lo que si queda claro es que en el Perú todavía existen abiertos turiferarios, en teoría y en praxis, del manual de política de Maquiavelo. Muy lamentable.
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